El 90% de la producción de la Ribera del Duero es la uva Tempranillo, llamada localmente Tinta Fina o Tinto del País. Esta variedad está perfectamente adaptada a la altitud, los inviernos fríos y los veranos secos de la región. Se permite hasta un 5% de variedades tintas complementarias como Cabernet Sauvignon, Merlot o Malbec. Aunque su proporción es pequeña, aportan estructura, frescura y capacidad de guarda, diferenciando a los vinos ribereños de otras zonas basadas en Tempranillo.
Los vinos blancos, elaborados con Albillo Mayor, están ganando reconocimiento. Son vinos fragantes, equilibrados y gastronómicos que muestran la versatilidad de la Ribera más allá del tinto tradicional.
La región posee un clima continental extremo, con fuerte irradiación solar y grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche. Esto produce uvas con piel gruesa, alta concentración fenólica y taninos firmes, dando lugar a vinos intensos, robustos y con un gran potencial de envejecimiento.
Los tintos jóvenes y robles suelen ser jugosos, frutales y vibrantes, ideales para tapas, embutidos y jamón. Los crianzas, reservas y gran reservas muestran mayor complejidad, notas de especias, balsámicos y tostados, siendo perfectos para carnes, parrillas y platos de fondo.

La historia vitivinícola de la Ribera del Duero se remonta a más de 2.000 años, con restos arqueológicos romanos que evidencian cultivo de vid en la zona. Durante la Edad Media, monasterios y órdenes religiosas impulsaron la calidad del vino, perfeccionando técnicas de cultivo y crianza.
El gran salto moderno llegó a finales del siglo XIX y principios del XX con la consolidación de bodegas históricas como Vega Sicilia. El reconocimiento internacional de estos vinos permitió que en 1982 se estableciera la Denominación de Origen Ribera del Duero. Desde entonces, la región ha experimentado un crecimiento espectacular en número de bodegas, exportaciones y prestigio en guías y concursos internacionales.
Hoy, Ribera del Duero es sinónimo de vinos intensos, elegantes y longevos, manteniendo el equilibrio entre tradición y modernidad.
La Ribera del Duero se extiende a lo largo del río Duero entre Burgos, Soria, Segovia y Valladolid. Sus viñedos se ubican entre 750 y 1.000 metros de altitud, lo que la convierte en una de las zonas vitícolas más altas de Europa.
Los suelos son muy variados: arcillo-calcáreos, arenosos, pedregosos y aluviales, cada uno aportando matices distintos a los vinos. Esta diversidad de terroirs permite que los vinos expresen perfiles desde frutales y frescos hasta densos y concentrados.
El clima es continental extremo: inviernos muy fríos, veranos secos y calurosos, y grandes cambios de temperatura que favorecen una maduración lenta, preservan la acidez y aumentan la complejidad aromática.
La Ribera del Duero utiliza un modelo de crianza similar al de Rioja, pero con un estilo más concentrado. Un vino Crianza requiere al menos 12 meses en barrica, mientras que la categoría Roble identifica vinos con alrededor de 6 meses de envejecimiento.
Gracias a su potencia natural, las bodegas suelen emplear barricas con tostados medios a intensos y periodos más prolongados de crianza. Esto da lugar a vinos de estructura firme, aromas profundos y una notable capacidad de guarda.
La cepa reina es la Tempranillo (Tinta Fina), que representa la base de casi todos los vinos tintos de la región. Sus características principales son su alto potencial aromático, taninos elegantes y excelente afinidad con la madera.
Además de Albillo Mayor en blancos, la DO permite pequeñas proporciones de Cabernet Sauvignon, Merlot, Garnacha y Malbec, utilizadas principalmente para aportar complejidad en mezclas de vinos premium.
La Ribera del Duero, pese a ser una DO relativamente joven, cuenta con más de 300 bodegas y una fuerte presencia en el mercado peruano. Entre las más conocidas destacan:
Protos: Una de las bodegas más visitadas de España, con un estilo moderno y consistente.
Prado Rey: Con cerca de 1,5 millones de botellas anuales, conocida por su enfoque sostenible y vinos accesibles.
Pesquera y Condado de Haza: Fundadas por Alejandro Fernández, una referencia absoluta del estilo ribereño clásico.
Emilio Moro: Famosa por su Tinto Fino de viñas viejas y su interpretación elegante del terroir.
Vega Sicilia: La bodega más prestigiosa de España, ícono de calidad mundial con Alión, Único y Valbuena.
Roble: Fruta fresca, ligeros tostados, versátiles para tapas y comidas informales.
Crianza: Equilibrio entre fruta y madera, ideales para parrillas, carnes y pastas contundentes.
Reserva: Mayor complejidad, notas de especias, balsámicos y elegancia estructural.
Gran Reserva: Producción limitada, taninos pulidos, aromas profundos y un potencial de guarda extraordinario.
Su estructura y fruta madura los hacen perfectos para:
Los Roble y jóvenes combinan muy bien con tapas saladas y comida peruana ligeramente condimentada.
Considera la categoría de crianza según la ocasión: Roble para reuniones informales, Crianza para comidas completas, Reserva y Gran Reserva para cenas especiales. Si buscas potencia y estructura, opta por bodegas que trabajen con viñas viejas. Para un estilo más moderno y accesible, busca etiquetas con crianza de 6–12 meses.
En Perú, los precios suelen moverse entre:
Es una región que ofrece excelente relación calidad–precio en casi todas sus gamas.
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