Roquefort: El Drama Azul de Francia

Escena 1: En las profundidades de Francia, 1070 d.C.

Narrador: En un tiempo donde el WiFi era solo un sueño loco y los selfies eran autorretratos que tardaban 5 años en pintarse, nace un queso... ¡El Roquefort!

Escena 2: Una Cueva con Personalidad

Narrador: Imagina una cueva. Pero no una cueva cualquiera, sino una que parece sacada de una telenovela de queso: "Los secretos de Combalou". Un accidente geológico (sí, un accidente, porque hasta la Tierra tiene sus días) crea el escenario perfecto para nuestro queso protagonista.

Escena 3: Las Ovejas del Larzac

Narrador: Entra en escena un rebaño de ovejas, las divas de la historia, cuya dieta exclusiva de hierbas silvestres les otorga el poder de producir la leche estrella de nuestro queso. ¡Drama, pasión y... lactosa!

¡Ah, el Roquefort! Esa joya azulada que Francia nos regaló al mundo, proveniente de un rincón donde la tierra, la tradición y unas ovejas con mucha personalidad se unieron para crear algo espectacular. Francia, ese país que parece haber perfeccionado el arte de los quesos, nos da más de mil razones para amarla, cada una con su propio sello de clima, suelo, y saber hacer. Pero hoy, amigos, centrémonos en el VIP del mundo quesero: el Roquefort.

Orígenes Épicos

Vamos a retroceder al 1070, cuando aún no se soñaba con la tecnología actual, pero ya se hablaba del Roquefort. Imagínate, en Roquefort-sur-Soulzon, un accidente geológico que parece más una trama de película, crea las cuevas perfectas para dar vida al Penicillium roqueforti. Este hongo, amigos, es el artífice de que el Roquefort tenga esa veta azul única que tanto nos fascina. Las ovejas del Larzac, con su dieta VIP de hierbas silvestres, son las encargadas de aportar la materia prima estelar para este queso.

Por allá en el siglo XV, el rey Carlos VI dijo: "Solo en Roquefort se hace el Roquefort". Y no paró ahí, Diderot, en la Ilustración, lo coronó como "rey de los quesos". En 1925, se convirtió oficialmente en el primer queso con denominación de origen protegida. ¡Habla de tener pedigrí!

Como se hace el Queso Roquefort

La elaboración del Roquefort es un ballet de tradición y precisión. La leche de oveja, recogida en Aveyron y sus alrededores, se transforma bajo estrictos controles y un toque de magia del Penicillium roqueforti. Tras un meticuloso proceso de maduración en las cuevas de Combalou, el Roquefort adquiere su personalidad única, con una corteza que es un poema y un interior que canta a la avellana.

Nuestra cata del queso Roquefort: Profundidad de sabor

El queso Roquefort, ese embajador azul de los quesos franceses, es una sinfonía de sabores que bailan en el paladar con una elegancia sin igual. Al primer mordisco, te saluda una textura cremosa que se deshace suavemente, dejando entrever su naturaleza intensa y ligeramente salada.

Pero lo que realmente distingue al Roquefort es su veta azul, un regalo del Penicillium roqueforti, que aporta notas picantes y complejas, evocando la frescura de las hierbas silvestres de los campos de Larzac. Este queso no es para los tímidos de paladar; es para aquellos que buscan una experiencia audaz, donde cada bocado es un viaje por ricos contrastes: desde la dulzura sutil y el toque de avellana, hasta el final persistente y marcado que invita a la reflexión.

El Roquefort, amigos, es poesía comestible que despierta todos los sentidos, un verdadero tesoro de la gastronomía que convierte cualquier tabla de quesos en una obra de arte.

Alternativas para Explorar

Si te gusta el Roquefort, te encantará descubrir sus primos lejanos: Gorgonzola, Stilton, y otros quesos azules que prometen aventuras gastronómicas igual de emocionantes.

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