Una de las señales más claras del éxito reciente del vino rosado es su incursión en la mixología. Aunque tradicionalmente el vino —especialmente el tinto— tenía poco protagonismo en el mundo de los cócteles, más allá de sangrías o ponches, el rosado ha logrado cambiar las reglas del juego.
Gracias a su color atractivo y su perfil aromático fresco y versátil, ha capturado la atención de bartenders y mixólogos que han creado tragos innovadores y visualmente irresistibles. A continuación, exploramos por qué el rosé se ha convertido en una estrella detrás de la barra, y qué lo hace tan especial en un cóctel.
¿Por qué usar vino rosado en cócteles?
El vino rosado aporta elementos únicos que lo hacen ideal para mezclas creativas:
- Un color rosado brillante y elegante que realza visualmente cualquier bebida.
- Un sabor afrutado y fresco con moderada graduación alcohólica, ideal como base ligera o complemento.
- Una acidez equilibrada que suaviza dulzores sin necesidad de recurrir a cítricos en exceso.
- Aromas naturales de fresa, sandía y cítricos que combinan perfectamente con frutas, hierbas y destilados blancos.
En esencia, funciona casi como un “espíritu” liviano, naturalmente saborizado. Los cócteles con rosado suelen ser refrescantes, fáciles de beber y especialmente populares en primavera y verano.
Las Recetas de cocktails con vino rosado más populares
Rosé Spritz
Versión rosada del clásico Aperol Spritz. En lugar de Prosecco, se utiliza vino rosado tranquilo combinado con Aperol y soda. Una receta típica:
2/3 vino rosado + 1/3 Aperol + top de tónica o soda + rodaja de limón.
El resultado es un trago de amargor suave, burbujeante, de tono salmón brillante. Se ha vuelto el cóctel del verano en la Riviera Francesa. Algunas variantes usan directamente espumoso rosado (como un Prosecco rosé con Aperol), lo que añade aún más fruta y redondez al trago.
Sangría rosada (Clericot rosé)
Una vuelta más ligera y aromática a la sangría tradicional. Se maceran frutas frescas (fresas, frambuesas, naranja en trozos) con azúcar y un toque de licor (Coñac, triple sec).
Luego se añade vino rosado y soda o gaseosa de limón. Servir bien fría para un efecto festivo ideal en reuniones.
En América Latina, esta versión se conoce como “clericot de rosé”. Su color y sabor delicado la vuelven una alternativa para quienes encuentran la sangría tinta demasiado intensa.
Receta: 750 ml de rosado, 100 ml de jugo de arándano, frutas troceadas, 200 ml de refresco o cerveza rubia, hielo y menta.
Frosé (Frozen Rosé)
Probablemente el cóctel más emblemático del boom rosado. Se trata de un granizado de vino rosado combinado con frutas congeladas, azúcar o jarabe y licuado hasta obtener textura frappé.
Generalmente se prepara con fresas o puré de frutilla, y a veces se congela el vino en cubeteras antes de licuar. Se sirve en copas estilo daiquiri.
Nacido en Nueva York, el frosé se viralizó por redes y hoy es habitual en bares de terraza. Realza las notas frutales del rosado y funciona perfectamente como postre líquido.
Rosé Mojito
Una versión más suave y rosada del mojito clásico. Se maceran hojas de menta con azúcar y jugo de lima, se añade hielo y una medida de ron blanco (opcional), y se completa con vino rosado y un splash de soda.
Resultado: un mojito fresco, aromático, con tono rosado y menor graduación. El rosado combina muy bien con la menta y la lima, aportando un fondo de frutilla natural.
Rosé Collins
Inspirado en el clásico Tom Collins, esta versión incorpora vino rosado a la receta original con gin, limón y jarabe.
Ejemplo: 1 oz de ginebra, 1 oz jugo de limón, 0.5 oz jarabe simple, 2 oz de rosado. Agitar, servir con hielo, soda y rodaja de limón.
Puede decorarse con frambuesas o moras, incluso machacadas en la coctelera para una variante llamada “Rosa Negra”, con vodka, lima y frutos rojos.
Rosé Paloma (Pink Panther)
Una versión floral y menos amarga del tradicional cóctel Paloma. Se combina tequila, jugo de toronja y vino rosado.
Receta: 1.5 oz tequila, 2 oz rosado, 2 oz jugo de toronja, 0.5 oz jarabe de agave, soda y hielo.
Se sirve en vaso alto y ofrece una alternativa suave y colorida para los fans de este clásico mexicano.
Rosé Citric
Un cóctel argentino con espíritu tropical. Combina medio vaso de rosado con trozos de lima, frutillas machacadas, un dash de maracuyá y ralladura de lima. Servir en vaso corto con hielo.
Funciona como una “Rosé Caipirinha”, ideal para climas cálidos y sin necesidad de añadir otro alcohol.
Cócteles con espumoso rosado
El rosado espumoso también tiene su lugar con versiones adaptadas de cócteles clásicos:
- Kir Royal Rosé: Cava rosado + un toque de crema de cassis.
- French 75 Rosé: Champagne rosado + gin + limón + azúcar.
- Mimosa rosa: Champagne rosé con jugo de pomelo rosado.
Estas versiones realzan el color, añaden notas de frutos rojos y mantienen el carácter elegante original.
Aromas, perfil y maridaje en coctelería
El vino rosado suele aportar notas de frutas rojas y flores que se integran muy bien con destilados blancos como gin, vodka o tequila.
Su acidez ayuda a equilibrar el dulzor sin necesidad de añadir tantos cítricos, y su contenido alcohólico moderado permite tragos más largos y ligeros sin perder sabor.
Además, el rosado añade volumen y textura a los cócteles sin sobrecargarlos con jugos o sodas.
Tendencias en bares y consumo
En ciudades cosmopolitas, pedir un rosé spritz o un frosé es cada vez más habitual. Los bares con terrazas, especialmente en verano, dedican secciones enteras a “Pink Drinks”.
Esto ha facilitado que nuevos públicos se acerquen al mundo del vino desde la coctelería, y ha derribado antiguos prejuicios. Mezclar un buen rosado ya no es sacrilegio, sino símbolo de creatividad y modernidad.
Incluso en casa, preparar un cóctel con vino rosado es fácil y divertido: basta una licuadora y una botella para sorprender a tus invitados con un frosé o un clericot diferente.
El vino rosado ha sabido reinventarse en la coctelería moderna, sumando color, aroma y frescura a tragos innovadores. Ya sea como base o complemento, encaja perfectamente en cócteles veraniegos y creativos.
Desde mojitos y sangrías hasta espumosos sofisticados, el rosado amplía las formas de disfrutar el vino sin perder su esencia desenfadada y alegre.
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